Un desvío que vale media clasificación
Corinthians salió de Montevideo con lo que fue a buscar: tres puntos que lo dejan a tiro de los octavos. Venció 0-1 a Racing de Montevideo en el modesto Estadio Osvaldo Roberto, en un partido espeso que se resolvió con un detalle: un disparo de Matheus Bidú desde media distancia que, tras rebotar en la pierna izquierda de Guillermo Cotugno, descolocó por completo al portero Lautaro Amade a los 74 minutos. En la Copa Libertadores, donde la paciencia y el oficio cuentan tanto como el talento, ese tipo de golpes define rumbos.
La noche tuvo una carga emocional especial. El encuentro coincidió con el último día de duelo nacional en Uruguay por el fallecimiento del ex presidente José Mujica. El ambiente fue contenido, sin estridencias, y dentro de ese marco se jugó un partido áspero, con pocas licencias y muchas batallas en el medio. Racing, ya eliminado y sin puntos, compitió con orgullo; Corinthians, con el agua al cuello, entendió que había que ganar sin volverse loco.
En el primer tiempo, el conjunto brasileño monopolizó la pelota. Dominó la posesión con un 72% y circuló el balón con precisión (455 pases completados de 529 intentados, 86% de acierto), forzando a Racing a replegarse y a defender cerca de su área. No hubo aluvión de ocasiones claras, pero sí una sensación permanente de control territorial: más remates a portería, más córners y una estructura que evitó transiciones peligrosas del local.
Racing, por su parte, asumió su papel: esperar, cerrar líneas, cortar el ritmo cuando podía y salir rápido cada vez que encontraba despejada la banda. El esfuerzo le alcanzó para mantener el 0-0 hasta bien entrado el segundo tiempo. Pero el margen de error se achica cuando el rival mueve la pelota con paciencia y te obliga a retroceder una y otra vez. El remate de Bidú parecía controlable hasta que se topó con Cotugno. Ese toque mínimo cambió la historia del partido.
El gol desarmó la resistencia del equipo uruguayo y liberó a Corinthians, que mostró lo que se espera de un candidato serio: serenidad para manejar los últimos quince minutos, líneas compactas y cero concesiones en duelos divididos. El equipo de Dorival Júnior cerró la persiana sin pasar sustos, sosteniendo la ventaja con oficio y concentración. No necesitó brillo; le alcanzó con el libreto básico que tantas veces da rédito fuera de casa en Sudamérica.

Panorama del Grupo C y lo que viene
El triunfo pone a Corinthians con 8 puntos en el segundo puesto del Grupo C, a tres del líder Huracán y uno por encima de América de Cali. El empate 0-0 entre argentinos y colombianos la víspera en Colombia abrió una ventana que el Timao aprovechó sin mirar atrás. A falta de una fecha, la foto es clara: Huracán controla su destino por el primer lugar, Corinthians depende de sí mismo para pasar y América necesita un resultado propio y una ayuda ajena. Racing, sin puntos, queda fuera de toda pelea.
¿Qué necesita el equipo brasileño para meterse en octavos? Si gana en la última jornada, no hay cuentas: estará dentro. Un empate también puede alcanzarle si América no suma de a tres. La derrota, en cambio, lo deja mirando el marcador ajeno y rezando para que no lo superen. En caso de igualdad en puntos, el desempate prioriza la diferencia de goles y luego los goles a favor, criterios que favorecen a quienes han sabido gestionar los cierres de partido sin encajar.
Más allá de las matemáticas, hay señales deportivas contundentes. Este Corinthians, con Dorival Júnior al mando, se siente cómodo en partidos de control y pocos espacios. El plan en Montevideo lo confirmó: posesiones largas, laterales altos para estirar la defensa, circulación por dentro para atraer y cambios de orientación cuando la jugada pedía aire. No fue una exhibición, pero sí una muestra de carácter y consistencia, dos atributos que pesan en eliminatorias.
Matheus Bidú, lateral zurdo y protagonista inesperado, encarna bien esa idea: un equipo en el que cualquiera puede aparecer para resolver. Su disparo a media altura, sin demasiada potencia pero bien dirigido, fue más producto de lectura que de fuerza. El desvío lo convirtió en inatajable y le dio números a una producción que, hasta entonces, no encontraba premio. El fútbol sudamericano tiene esa cara: te pide insistir hasta que la suerte, o el rebote, se incline.
Racing se marcha con el orgullo de haber competido. Su plan defensivo resistió más de una hora, con Amade seguro por alto y atento abajo, y una zaga que apenas falló en la acción del gol. En torneos así, una noche de detalles te cuesta el partido. También deja un aprendizaje: aunque la clasificación ya no esté en juego, el carácter sí se juega cada fecha.
En números, la superioridad brasileña fue evidente. Además del 72% de posesión, Corinthians superó a su rival en precisión de pases (86% contra 62% de Racing, que completó 129 de 206), acumuló más llegadas con peligro y forzó más saques de esquina. El dato que no figura en la planilla es igual de relevante: una vez por delante, no concedió tiros francos ni se desordenó en la presión. Esa madurez sostiene proyectos.
El contexto también cuenta. Jugar en Uruguay en una jornada de duelo nacional impuso un tono distinto al habitual. Menos ruido, más recogimiento, y un homenaje silencioso que se trasladó a la solemnidad del desarrollo. En ese marco, la gestión emocional de los visitantes fue sobria: evitaron entrar en aceleraciones, no confundieron urgencia con nervio y supieron elegir cuándo acelerar y cuándo esperar el error rival.
Para Dorival Júnior, la victoria llega con valor añadido. Respira la tabla, crece la confianza del vestuario y el equipo aterriza en la última fecha con margen de maniobra. En torneos cortos, tener la llave en la mano es medio camino hecho. El resto será sostener la línea: portería en cero, precisión en campo rival y un punto más de agresividad en el último tercio para no depender de desvíos providenciales.
El 27 de mayo decidirá quién sigue y quién se queda. Huracán buscará abrochar el liderato; América quiere pescar en río revuelto; y Corinthians, con el impulso de Montevideo, sabe que está a una actuación seria de meterse en las rondas que separan a los aspirantes de los contendientes. La Libertadores no perdona despistes, pero suele premiar a quien entiende el ritmo de sus noches. En el Osvaldo Roberto, el Timao demostró que ha aprendido la lección.