La semana pasada, Nigeria organizó una Cumbre internacional de seguridad para la lucha contra Boko Haram como continuación de la Cumbre celebrada en París hace dos años, centrada en el fortalecimiento de la cooperación entre Benin, Chad, Camerún, Níger y Nigeria contra el terrorismo en la región. La Cumbre de la semana pasada contó con la participación de los líderes de estos países, así como diplomáticos de los Estados Unidos, Gran Bretaña, la Unión Europea y el presidente francés, François Hollande. Su objetivo fue el desarrollo de nuevos acuerdos para avanzar en la defensa, así como una estrategia para mejorar la gobernabilidad, la seguridad, el desarrollo, y las dimensiones socioeconómicas y humanitarias de la crisis.
El Consejo de Seguridad expresó su alarma por los vínculos entre Boko Haram e ISIS y el apoyo necesario para la estabilidad en el país, cuya situación es crítica no sólo debido al terrorismo, sino también en referencia a la inseguridad alimentaria y el desplazamiento generalizado de más de 2,3 millones de nigerianos y más de 450.000 personas desplazadas internamente, así como refugiados en Camerún, Chad y Níger. En efecto, tal y como demuestran la violencia entre las comunidades, la inestabilidad política y la corrupción, Boko Haram refleja sólo una parte de todo el panorama de la crisis y de una situación que se ha expandido rápidamente a los países cercanos y que únicamente puede ser modificada a través de una solución regional.
Además, Nigeria pasa por una crisis del petróleo que puede dejar a uno de los mayores productores de África sin combustible. Debido a la falta de refinerías, el país importa la mayor parte de su combustible, que ha sufrido una escasez dada la actual caída en los precios del petróleo globales y a la crisis monetaria a la que se enfrenta el país. El gobierno ha pagado tradicionalmente subsidios a las compañías petroleras del país con el fin de aumentar las importaciones, pero el descenso de los precios en los mercados globales han hecho que estos se hayan retirado. Esto ha llevado a un aumento del 67% en el precio nacional de la gasolina, con el consiguiente desacuerdo de las empresas nacionales que han dejado de vender combustible. El clima de crisis interna ha provocado huelgas convocadas para el miércoles por el Congreso del Trabajo de Nigeria (NLC) y el Congreso de Sindicatos (TUC), mientras que el Gobierno considera que la medida es la única manera de poner fin a la escasez de combustible.
Todo el cuadro refleja problemas estructurales que han explotado a la vez en un país que ha sido incapaz de controlar la situación. La crisis que ha azotado al país desde los primeros ataques de Boko Haram y que se ha agravado en los últimos meses parece más un efecto que una causa directa de la desestructuración del país.
Last week, Nigeria hosted a security Summit on tackling Boko Haram as a followup to the Summit celebrated in Paris two years ago centred on bolstering cooperation among Benin, Chad, Cameroon, Niger and Nigeria against terrorism in the region. Last week’s Summit included the participation of leaders from these countries, as well as diplomats from the United States, Britain, the European Union and the French President François Hollande. Its objective was developing new agreements on further defence as well as a strategy attempting governance, security, development, and socio-economic and humanitarian dimensions of the crisis.
The Security Council expressed alarm at the links between Boko Haram and ISIS and the necessary support for stability in the country, whose situation is critical not only in light of terrorism, but also referring to food insecurity and the widespread displacement of more than 2.3 million Nigerians and over 450,000 internally-displaced persons and refugees in Cameroon, Chad and Niger. In effect, as the violence between communities, the political unrest and the corruption demonstrate, Boko Haram reflects only one part of crisis’ picture and appears to be more a consequence than a cause of the instability. The situation has rapidly expanded to the countries nearby and, thus, only a regional comprehensive understanding can amend the panorama.
In addition, Nigeria goes through an oil crisis that can leave one of the greatest producers in Africa without petrol. Due to the lack of refineries, the country imports most of its fuel, which has suffered a shortage given the current slump in global oil prices joint to the currency crisis that the country faces. The government traditionally payed subsidies to the fuel companies in order to import, but the prices have fallen so much in the global markets that these have been removed. Nevertheless, this has led to a rise of 67% in the petrol national price, with the later disagreement from the national companies which have stopped selling fuel. The climate of internal crisis has provoked strikes to be called on Wednesday by the Nigeria Labour Congress (NLC) and the Trade Union Congress (TUC), whilst the Government reckons the measure to be the only way to end the fuel scarcity. The whole picture reflects structural problems that have exploded all at once in a country which has been unable to control the situation.
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