Tras la independencia lograda en 2011, Sudán del Sur se resquebraja. Lo que los líderes políticos mostraban como el principal problema de los sursudaneses antes de la escisión del nuevo país, la corrupción política y los tiranos del gobierno musulmán de Jartum, ha resultado tener continuidad en el gobierno de Salva Kiir y Riek Machar (Vicepresidente).
Ambos líderes, pese a formar parte del mismo gobierno y ser considerados los padres de la patria sursudanesa, están enfrascados en una cruenta lucha de poder interna que enfrenta no sólo a las milicias partidarias de su visión política, sino también a los miembros de sus etnias, los Dinka (Kiir) y los Nuer (Machar), que llevaban en tensa paz desde 1999.
A pesar de la relativa paz entre etnias, lo cierto es que ya se vivió un episodio parecido al actual en 2014, cuando las ciudades de Bor y Bentiu fueron arrasadas en una reactivación del conflicto que causó más de mil muertos. La tendencia, desde la independencia, es hacia el caos y la desintegración de la joven estructura de estado; las continuas luchas por el poder, las discrepancias étnicas y las condiciones de hambruna y extrema pobreza de Sudán del Sur han superado al malestar religioso con sus vecinos del norte, y ahora los sursudaneses se preparan para otra posible guerra civil.
Parte importante de la condena del proyecto político revolucionario de Sudán del Sur ha sido su abundante reserva de petróleo, que convierte al país en escenario de movimientos internacionales en favor de uno u otro candidato a fin de poder obtener un buen rendimiento comercial de su explotación. En lo que respecta a la intervención internacional, China lleva décadas introduciéndose en África y Sudán del Sur es un buen socio de negocios; un conflicto civil reducirá las exportaciones de petróleo a China y, si se produjese finalmente un cambio de gobierno o una situación de caos en la que fuerzas no partidarias de China controlasen los campos petrolíferos, China podría perder influencia en la región. Aunque, a pesar de la influencia de los intereses internacionales, el conflicto en Sudán del Sur está motivado principalmente por las desavenencias políticas y étnicas, de largo recorrido, y parece, en cierto modo, inevitable.
Si finalmente los combates que están produciéndose esta semana en Juba (con más de trescientos muertos) se generalizan al resto del país e implican a las demás etnias, podremos hablar de una guerra civil abierta. Esta guerra civil traerá consecuencias negativas para la región, donde puede ser la primera ficha de un efecto dominó (como ya traté en mi último artículo), o como mínimo reforzar la actividad armada de los grupos rebeldes de los países colindantes, y también a nivel internacional ya que desembocará en un aumento del flujo de refugiados que desde esta zona de África se dirigirán a Europa, previsiblemente por las rutas libia y argelina, lo que implica directamente a países como España e Italia. Además, si la situación de caos hace que China pierda inversiones en el país y reduzca su explotación de crudo, puede haber un aumento de la presión del gigante asiático sobre otros países, como Angola o Nigeria, a fin de no perder presencia.
Por otra parte, Sudán puede salir beneficiada de un estado prolongado de caos en Sudán del Sur, puesto que un fracaso del experimento independentista podría alentar al gobierno de Jartum a tomar cartas en el asunto y recuperar el control de la región, aunque esto es poco probable; como mínimo, el fracaso sursudanés supondría un refuerzo para la narrativa nacionalista sudanesa.
Si finalmente el país se divide en dos bandos y los partidarios Dinka de Salva Kiir entran en guerra contra los partidarios Nuer de Riek Machar, se darían todos los requisitos para un conflicto marcado por genocidios y limpiezas étnicas que la UNIMISS no sería capaz de manejar, lo que requeriría un aumento de la fuerza de paz.
Both leaders, despite being part of the same government and being considered as the fathers of the South Sudanese homeland, are immersed in a hard internal power fight which confront not only their supporter militias, but also their ethnical groups: The Dinka (Kiir supporters) and the Nuer (Machar supporters), which were in relative peace since 1999.
Despite this relative ethnical peace, the fact is that an episode like this took place in 2014, when the cities of Bor and Bentiu were devastated in a conflict reactivation, causing more than a thousand victims. Since the independence the country’s trend is toward the chaos and the disintegration of the young government structure; the continuous power fights, the ethnical divergence and the extreme famine and poverty conditions have exceeded the religious uneasiness with their northern neighbours, and now the South Sudanese people is preparing for another probable civil war.
A big part of South Sudan’s revolutionary political project condemn is its wealthy oil reserve, which turns South Sudan in a scenario for the international game, positioning external actors in favour of one or another candidate to obtain a good commercial performance from the oil exploitation. As regards the international intervention, China have been introducing in Africa for decades, and South Sudan is a good business partner; a civil war will reduce the oil exports to China and, if a change of government or a chaos situation in which China’s ally don’t control the oil fields finally take place, China could lose influence in the region. But, despite the international interests, the conflict in South Sudan is mainly motivated by old political and ethnical disagreements and seems, in a certain way, inevitable.
If the combats that are taking place this week in Yuba (more than 300 victims) generalize to the rest of the country and ethnic groups, we could start to talk about an open civil war. This civil war will bring bad consequences to the region, and it may be the first piece falling in a regional domino effect (as I said in my last article about South Sudan), or at least it may reinforce the violent activity of the surrounding paramilitary groups. It will also bring bad consequences far away from the region, increasing the refugees flow to Europe, predictably through Libyan and Algerian routes, which mainly affects countries as Italy and Spain. In addition, if China loses economic power and investments because of the lack of oil, can be an increasing of the pressure over other African countries as Angola or Nigeria, aimed to maintain their power in the continent.
On the other hand, Sudan can get benefited from a prolonged chaos situation in South Sudan, because the failure of the independence experiment could encourage Khartoum’s government to take action on the matter and try to retake control over the southern region, but this is unlikely; at least, the South Sudanese failure will reinforce the nationalist Sudanese narrative.
Si finalmente el país se divide en dos bandos y los partidarios Dinka de Salva Kiir entran en guerra contra los partidarios Nuer de Riek Machar, se darían todos los requisitos para un conflicto marcado por genocidios y limpiezas étnicas que la UNIMISS no sería capaz de manejar, lo que requeriría un aumento de la fuerza de paz.
If finally the country split in two bands and the Dinka supporters of Salva Kiir start a war against the Nuer supporters of Riek Machar, we would have all the ingredients necessary to have a conflict marked by genocides and ethnic cleansing which the UNIMISS won’t be able to handle, and that would require an increasing of the peace maintaining force.
FERNANDO LAMAS MORENO
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