Desde la descolonización, los países africanos han sido víctimas del mestizaje político fruto de su pasado colonial y su presente independiente. En un continente en el que el peso tribal es la base de las estructuras político- sociales, la democracia ha fracturado el desarrollo efectivo de sus estados.
Gabón ha sido la última evidencia de esto. Desde su independencia en 1960, el país ha tenido dos presidentes, miembros de la familia Bongo. La historia política del país no difiere de la del resto de estados de la zona: golpes de estados militares, celebración de elecciones democráticas para consolidar en el poder al golpista, censura de la oposición, etcétera.
La marginalidad a determinados grupos étnicos, y la rivalidad entre los mismos, hacen que, en una sociedad tan estratificada, sea muy débil la implantación democrática. Sin embargo, Gabón mantenía cierta estabilidad desde la muerte del presidente Omar Bongo, en 2009. Este, fue relevado por su hijo, Ali Bongo, que, tras unas nuevas elecciones, resultó ser el vencedor, revalidando el cargo que durante décadas había ostentado su padre. Sin embargo, estas elecciones no quedaron exentas de críticas y, tras sospechas de fraude, el recuento se tuvo que llevar, de nuevo, a cabo. El resultado fue el mismo, pero la oposición se mostró disconforme.
Durante su mandato, Ali Bongo ha sido reticente a aceptar las críticas. Sus opositores han denunciado durante los últimos años desapariciones y otros crímenes que manchaban de sangre el nombre del presidente.
En este contexto, y tras la celebración de las elecciones presidenciales a finales del mes de agosto, la inestabilidad ha asolado Gabón en los últimos días. En efecto, Ali Bongo se ha consolidado como presidente del país mientras que la oposición no acepta los resultados y solicita repetir las elecciones, acusando de fraude al actual líder. Pero, esta tensión ha provocado las primeras escisiones dentro del propio partido de Bongo, como la dimisión del ex ministro de Justicia.
Jean Ping, candidato opositor, no ha dudado en llamar a la población a manifestarse, advirtiendo la forma pacífica en la que la protesta ha de hacerse. Los ajustados resultados (49,8% frente 48,2%) ha traído al país la insurgencia de los seguidores del gobierno y de la posición, y han hecho saltar las alarmas de la Comunidad Internacional.
Cabe recordar que la inestabilidad de un país africano es suficiente como para que, por efecto dominó, empiecen las revueltas en las zonas colindantes.
Los problemas electorales en Gabón evidencian, una vez más, que la democracia no puede aplicarse en estados sin una estructura política clara, en la que la estratificación impide que la población conviva en igualdad.
Gabon is the latest evidence of this. Since its independence in 1960, the country has had two presidents, members of the Bongo family. The political history of the country does not differ from that of other states in the area: military coups d’states, democratic elections to consolidate power in the coup, censorship of the opposition, and so on.
Marginalization to certain ethnic groups, and the rivalry between them, make that in a very stratified society is very weak the democratic implementation. However, Gabon has kept some stability since the death of President Omar Bongo, in 2009. This was relieved by his son, Ali Bongo, who, after new elections, turned out to be the winner, revalidating the charge that his father had held for decades. However, these elections were not free of criticism and, after suspicions of fraud, the count had to be carried again out. The result was the same, but the opposition was unhappy.
During its term Ali Bongo has been reluctant to accept criticism. His opponents have denounced in recent years disappearances and other crimes that stained the name of the president.
In this context, and following the conclusion of the presidential elections at the end of August, instability has plagued Gabon in recent days. Indeed, Ali Bongo has become president of the country while the opposition does not accept the results and it requests to repeat the elections. The current leader has been accused by opposition to fraud. But this tension has caused the first cracks within the party itself Bongo, as the resignation of former Minister of Justice.
Jean Ping, opposition candidate, has not hesitated to call on the population to demonstrate. He has warned the peaceful manner in which the protest is to be made. The adjusted results (49.8% vs. 48.2%) has brought the country’s insurgency government supporters and position, and have set off alarm bells in the international community.
It is recalled that the instability of an African country is enough that, by domino effect, starting the riots in the surrounding areas.
The electoral problems in Gabon demonstrate, once again, that democracy cannot be applied in states without a clear political structure, which prevents stratification coexists on equal population.
PATRICIA JURADO DE LA SANTA
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