Un portaviones que navegando por las aguas entre las islas japonesas de Miyako y Okinawa hacia el Océano Pacífico- en lo que fue descrito como un “ejercicio de rutina” por el presidente Xi Jinping; la construcción del segundo portaviones –un programa militar caracterizado como Secreto de Estado-; un presupuesto de defensa que ha sido aumentado por quinta vez a más de 5 billones de yenes (unos 42.500 millones de dolares); y las nuevas imágenes de satélite -que muestran la instalación de unas posibles armas defensivas «significativas», incluyendo sistemas antiaéreos y antimisiles en siete de las islas artificiales que ha edificado Beiging en los últimos años en el disputado Mar de China Meridional, muestran el prolongado aumento de la expansión naval de china en la región de Asia-Pacífico.
Desde que China desveló en 2015 su estrategia de expansión naval, que tanto secretismo había suscitado se ha podido ver su puesta en marcha a través de una estrategia que la ha llevado a la “rejuvenización nacional”. Dicho programa refleja el deseo China de convertirse en un poder marítimo capaz de garantizar la defensa de sus costas, pero también de asegurar la proyección de su expansión comercial en ultramar frente a las “amenazas” inevitables.
Estas “amenazas” son la política revisionista de Japón, el alto nivel de incertidumbre en la península de Corea, los movimientos independentistas en Taiwan y Tibet, el nuevo presidente Trump en la Casa Blanca y el aumento de las tensiones en el Mar Meridional de China por la intervención de actores externos. Todo ello ha provocado el aumento de la tensión y el desplazamiento del principal esfuerzo militar de China, de las fuerzas terrestres a las marítimas y, por extensión, a las fuerzas aéreas.
Tradicionalmente China ha sido exclusivamente una potencia continental, basando su estrategia en el control de los recursos y de los territorios, teniendo como ventaja la denominada “profundidad estratégica”, es decir, el gran territorio a controlar, la cual les protege de una invasión rápida. Pero, por primera vez en el último siglo, China se está convirtiendo en una potencia marítima basando su estrategia en el control de las rutas para asegurar su aprovisionamiento y sus mercados, y para mantener a los distintos enemigos lejos de sus costas.
En ese último año, China ha vuelto a acuñar el concepto maoísta de “defensa activa” que consiste en la idea de que China nunca debe dar el primer golpe, pero si “los cuatro siguientes”. Por tanto, se puede ver el deseo de los mandarines actuales de alcanzar el estatus de superpotencia regional y de potencia global.
Además, ha optado por utilizar la estrategia heartland que consiste en salir de ese aislamiento, que se da cuando eres una potencia continental, mediante el acceso a mares practicables y así llegar a convertirse en una talasocracia– en términos geopolíticos se trataría de una potencia fundada en el dominio del mar-.
El control de mar procura seguridad contra las invasiones y los aprovisionamientos lejanos. Así, una potencia apoyada en sus bases, puertos e islas prefigura la victoria de las redes sobre los territorios. Por otra parte, podemos asociar esto al control de las vías marítimas y al control de todos los elementos fluidos de la economía (tales como los flujos de información, trabajadores y capitales).
Desde este punto de vista, la única talasocracia actualmente en el mundo es Estados Unidos, siendo esta su mayor preocupación ya que insiste en patrullar el Océano Pacífico bajo el pretexto de garantizar el tránsito marítimo a través de su intensificación militar en el Mar Meridional de China.
Más allá de esta polémica, lo que parece claro es que debe contarse no sólo con una China en lo más alto del poder económico mundial, sino también como potencia militar capaz de influir decisivamente en los asuntos mundiales. Cada día resulta más difícil discutir que el siglo XXI será el siglo del ascenso a la cumbre de una nueva China. Sólo sus “demonios internos” (las enormes desigualdades sociales, la falta de libertades y seguridad jurídica, el monopolio del poder incontestable del PCC y las tensiones territoriales) pueden frenar dicho ascenso.
An aircraft carrier that navigating upon the waters between the Japanese islands of Miyako and Okinawa towards the Ocean Pacific Ocean- in what was described as a “exercise of routine” by the president Xi Jinping- ; the construction of the second aircraft carrier- a military program characterized as a State Secret-; a budget of defense that has been increased by fifth time to more than 5 trillions of yens (approximately 42.500 million dollars); and the new images of satellite- that show the installation of a few possible defensive «significant» weapon, including anti-aircraft and antiballistic systems in seven of the artificial islands that Beiging has built in the last years in the disputed West Philippine Sea, show the long increase of the naval expansion of small stone in the region of Pacific Asia.
Since Chine revealed in 2015 his strategy of naval expansion, that so much secrecy had aroused, it could have been seen putting in March across a strategy that has taken her to «native rejuvenation». The above mentioned program reflects the desire of Chine of becoming a maritime power capable of guaranteeing the defense of his shores, but also of assuring the projection of his commercial expansion overseas opposite of the “threats” inevitable.
This “threats” are the revisionist policy of Japan, the high level of uncertainty in the peninsula of Korea, the independent movement in Taiwan and Tibet, the new president, Donald Trump, in the White House and the increase of the tensions in the West Philippine Sea for the intervention of the external actors. All this has provoked an increase of the tension and the displacement of the principal military effort of China, from ground forces to sea forces and, by extension, the air forces.
Traditionally, China has been exclusively a continental power, basing his strategy in the control of the resources and the territories, having as an advantage the denominated “deeply strategy”, it means, the big territory to controlling, which protects them from a fast invasion. But, for the first time in the last century, China is turning in a maritime power basing his strategy in the control of the routes to assure his supply and his markets and to assure his different enemies far from his shores.
In the last year, China has returned to coin the Maoist concept of “active defense” that it consists in the idea of a China must never give the “first blow” but if the “next four”. Therefore, it is possible to see the desire of the current Mandarins to reach the status of regional superpower and global power.
In addition, it has chosen to use the heartland strategy that consists of going out of the isolation, which is given when you are a continental power, by means of the access to practicable and like that seas to manage to turn into a Thalassocracy – in geopolitical terms, it would be a question of a power been founded on the control of the sea-.
The control of the sea tries safety against the invasions and the distant supplies. This way, a power supported in his bases, ports and islands, prefigures the victory of the network on the territories. On the other hand, we can associate this to the control of the sea routes and the control of the all the fluid elements of the economy (such as the flows of information, workers and the capitals).
From this point, the only Thalassocracy nowadays in the world is The United States, being this his major worry because it insists on the patrolling the Pacific Ocean under the pretext of guaranteeing the maritime traffic through his military intensification in the West Philippine Sea.
Beyond this polemic, which seems to be clear is, that one must possess not only a China in the highest of the economic world power, but also as military power capable of influencing decisively the world matters. Every day turns out to be more difficult to discuss that the XXI century will be the century of the ascent to the summit of a new China. Just his “internal demon” (the enormous social inequalities, the lack of freedoms and juridical safety, the monopoly of the incontestable power of the PCC and the territorial tensions) can stop the above mentioned ascent.
MARTA ESQUÍROZ MOLINA
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