La entrada de Rusia en Crimea propició una extensión de la tensión entre el bloque europeo y el de Europa del este cuando Ucrania declaró sus intenciones de entrar a formar parte de la Unión Europea. Ucrania (con capital en Kiev) fue la zona donde surgió el eslavismo, raíces de identidad del Imperio Ruso y siempre parte de la frontera rusa que aislaba el enorme territorio asiático de las amenazas occidentales. La declaración ucraniana de abandonar su posición neutral (estando además constituida por un amplio número de población rusófona) es un golpe extremadamente peligroso contra Rusia, obsesionada con su seguridad territorial, su posicionamiento geoestratégico y la protección de su identidad.
Desde ese año, la parte de Donbass (en la parte oriental de Ucrania, frontera con Rusia y constituida por las provincias donde emergieron los movimientos prorrusos separatistas de Donetsk y Luhansk), ha sido escenario de conflicto armado directo y de guerra político-social de influencias entre la ideología más pro-occidental y la más prorrusa desde el 2014. Este último mes, desde un periodo de mayor silencio mediático y enfriamiento, ha vuelto a aumentar la violencia y los choques entre ambos bandos.
EL CONFLICTO EN LA REGION DEL MAR NEGRO, POSICIONAMIENTO GEOESTRATEGICO:
Rusia ganó acceso al Mar Negro, con una declaración legal conjunta con el Imperio Otomano de ampliar su influencia sobre el estado de los tártaros de Crimea e incluía su autoridad de proteger a las minorías cristianas bajo dominancia otomana, en 1774 tras largos años de combate entre ambos imperios[1]. No obstante, la lucha por el dominio completo de Crimea se extendió a lo largo de los años que condujo a las sangrientas guerras de 1853 y 1856.
La lucha histórica de Rusia en esa región demuestra su pretensión de posicionamiento geoestratégico en el Mar Negro y en el estrecho de Dardanelos (ruta fundamental de transito de recursos desde el sur hacia Europa) desde que su crecimiento imperial se lo permitió. La política de contención estadounidense, solicitada por su aliado europeo y turco desde después de la I Guerra Mundial ante la amenaza soviética, empezó a declararse aún más con la entrada a la OTAN de Turquía y Grecia y que ha venido extendiéndose por el este europeo desde entonces. Con el fin de la Guerra Fría y del armamento nuclear en Ucrania, Crimea se convirtió en el nexo de relación entre Rusia y Ucrania (desde que Nikita Krushchev lo cedió a Ucrania en 1954 y manteniendo la ciudad de Sebastopol bajo control militar ruso).
La emergencia de la nueva Rusia, siempre fiel a sus históricas pretensiones sobre su área de influencia en el Mar Negro, pero detenidas por su inestabilidad económica y político-social, han despertado sus necesidades geoestratégicas alimentadas por un escenario europeo más vulnerable y por la decadencia de su eterno competidor hegemónico (Estados Unidos). Además, el avance de la influencia occidental sobre las antiguas repúblicas soviéticas, especialmente en el campo de la seguridad y la defensa a favor de la OTAN (que también aspira a mantener unas fronteras seguras) aceleró la alerta en Rusia, temiendo quedar bloqueada (por su competencia y las amenazas regionales) y aislada, sin acceso a una independencia geoestratégica y económica (al haber sido el actor principal del suministro de energía y gas a Europa y Ucrania).
EL DESPERTAR DEL CONFLICTO EN UCRANIA
A finales de enero, se incrementaron los altercados violentos iniciados por movimientos prorrusos en la zona este del país; específicamente, en la ciudad de Avdiyivka, a unos pocos kilómetros de Donetsk, zona controlada por las fuerzas de seguridad ucranianas pero que desde comienzos de la ofensiva sufre fuertes focos de resistencia. Desde entonces y según fuentes oficiales, han muerto unos 13 soldados y hay unos 90 heridos[2]. La situación inestable está dejando a esa zona económicamente afectada, con largos periodos de cortes de electricidad.
La ciudad de Avdiyivka es también fundamental por su posición estratégica; por ella pasa una carretera que conecta -en menos de 20/30 minutos- Donetsk y Horlivka (áreas de mayor movilización separatista militar), por lo que la convierte en una de las zonas más vulnerables para las autoproclamadas “Unidades de la República de Donetsk” (DNR)[3].
Las razones del despertar del conflicto en Ucrania podrían obedecer al aniversario de los acuerdos de Minsk que, el 11 de febrero del 2015, animaron a celebrar una cumbre entre los gobernantes de Ucrania, Rusia, Francia y Alemania para llegar a un acuerdo sobre la situación en el país. El levantamiento de nuevo en armas puede haber sido motivado por la búsqueda de una variación de los preceptos establecidos durante esa cumbre o para variar algunos de los puntos en favor o en contra de los actores involucrados. Por otro lado, a pesar de la elección como nuevo presidente de los Estados Unidos y a pesar de sus líneas políticas menos duras hacia Rusia, Donald Trump, tras sí conversación telefónica con Vladimir Putin el 28 de enero, no ha accedido a levantar las sanciones a Rusia; evidentemente, al presidente ruso le interesa marcar su posición de liderazgo en Europa, especialmente con los acontecimientos políticos en el continente (nuevas elecciones y procesos de nacionalismos) y las maniobras militares de la OTAN en su frontera. De todas formas, desde la parte prorrusa de Donetsk hay varios repuntes del conflicto debido al movimiento de tropas ucranianas cerca de la línea de demarcación de la zona gris establecida en los acuerdos de Minsk.
CONCLUSIONES
La declaración de Poroshenko, el presidente ucraniano, de sus intenciones de establecer un referéndum para ingresar en la OTAN[4] no favorece en absoluto la resolución del conflicto en su país. La entrada en Ucrania a la OTAN sería una decisión demasiado provocativa para Rusia que, indudablemente, no estaría dispuesta a tolerar.
Por otro lado, las sanciones sobre Rusia volverán a estar en el tablero en el verano del 2017 y además se aproximan nuevos encuentros en la continuidad de los acuerdos de Minsk sobre el conflicto en Ucrania. El levantamiento de la violencia en las zonas prorrusas de Ucrania obedecen a la necesidad de movilizar la situación hacia uno u otro bando y agilizar las próximas conversaciones en favor de uno u otro actor (las conversaciones telefónicas entre Trump y Putin también se suma a este conjunto de intenciones). El nuevo presidente norteamericano podría ser un actor clave en la mediación sobre el conflicto al tener una política más objetiva sobre Europa y Rusia, teniendo en cuenta además que los Estados Unidos es la fuerza dirigente de la OTAN; Europa, por otro lado, no tendrá una postura clara hasta que no se finalicen las nuevas transiciones políticas, que podrían decantarse por unas decisiones menos tensas con respecto a Rusia y sus acciones en Europa oriental.
Russia’s entry into Crimea prompted an extension of tension between the European bloc and Eastern Europe when Ukraine declared its intentions to join the European Union. Ukraine (with capital in Kiev) was the area where slavism emerged, roots of identity of the Russian Empire and always part of the Russian border that isolated the huge Asian territory from the Western threats. The Ukrainian declaration of abandoning its neutral position (also comprising a large number of Russophone population) is an extremely dangerous blow against Russia, obsessed with its territorial security, its geostrategic positioning and the protection of its identity.
Since that year, the part of Donbass (in the eastern part of Ukraine, bordering Russia and constituted by the provinces where the pro-separatist movements of Donetsk and Luhansk emerged), has been the scene of direct armed conflict and political-social war of influences between the most pro-Western ideology and the most pro-Russian one since 2014. This last month, from a period of greater media silence and freeze situation, violence and clashes between both sides have increased again.
THE CONFLICT IN THE BLACK SEA REGION, GEOSTRATEGIC POSITIONING:
Russia gained access to the Black Sea with a joint legal declaration with the Ottoman Empire to extend its influence over the state of Crimean Tatars and included its authority to protect Christian minorities under Ottoman rule in 1774, after long years of fighting between Both empires [1]. However, the struggle for the complete control of Crimea spread throughout the years leading up to the bloody wars of 1853 and 1856.
Russia’s historical struggle in that region demonstrates its claim to geo-strategic positioning in the Black Sea and the Dardanelles Strait (the fundamental route of transit of resources from the south to Europe) since its imperial growth allowed it. The US policy of containment, called for by its European and Turkish allies since post-World War I in the face of the Soviet threat, began to be even more pronounced with the entry into NATO of Turkey and Greece and which has been spreading throughout the Eastern Europe since so. With the end of the Cold War and the nuclear arms in Ukraine, Crimea became the nexus of relationship between Russia and Ukraine (since Nikita Khrushchev ceded it to Ukraine in 1954 and kept the city of Sevastopol under Russian military control).
The emergence of the new Russia, always faithful to its historical claims to its area of influence in the Black Sea, but detained by its economic and political-social instability, have awakened its geostrategic needs fueled by a more vulnerable European scenario and by a decadence of its eternal hegemonic competitor (United States). In addition, the advance of Western influence over the former Soviet republics, especially in the field of security and defense in favor of NATO (which also aims to maintain secure borders) accelerated the alert in Russia, fearing to be blocked (for Competition and regional threats) and isolated, without access to geostrategic and economic independence (having been the main player in the supply of energy and gas to Europe and Ukraine).
THE AWAKENING OF THE CONFLICT IN UKRAINE
At the end of January, the violent altercations initiated by pro-Russian movements in the Eastern part of the country increased; specifically in the city of Avdiyivka, a few kilometers from Donetsk, an area controlled by the Ukrainian security forces but which has been heavily resistant since the beginning of the offensive. Since then and according to official sources[2], about 13 soldiers have died and there are about 90 wounded. The unstable situation is leaving the area economically affected, with long periods of power outages.
The city of Avdiyivka is also fundamental for its strategic position; through it, runs a road connecting Donetsk and Horlivka (areas of greater military separatist mobilization), making it one of the most vulnerable areas for the self-proclaimed «Units of the Republic of Donetsk» «(DNR)[3].
The reasons for the awakening of the conflict in Ukraine could be due to the anniversary of the Minsk agreements which, on 11 February 2015, encouraged a summit between the rulers of Ukraine, Russia, France and Germany to reach an agreement on the situation in the country. The revolt in arms may have been motivated by the search for a variation of the precepts established during that summit or to vary some of the points in favor or against the actors involved. On the other hand, despite the election as the new president of the United States and despite his less harsh political lines towards Russia, Donald Trump, after a telephone conversation with Vladimir Putin on January 28, has not agreed to lift the sanctions to Russia; obviously, the Russian president is interested in marking his leadership position in Europe, especially with the political events on the continent (new elections and processes of nationalism) and NATO military maneuvers on its border. However, from the protracted part of Donetsk there are several rebounds in the conflict due to the movement of Ukrainian troops near the demarcation line of the gray area established in the Minsk agreements.
CONCLUSIONS
The statement by Poroshenko, the Ukrainian president, of his intentions to establish a referendum to join NATO[4] does not favor at all the resolution of the conflict in his country. The entry into Ukraine of NATO would be too provocative for Russia, which would be undoubtedly unwilling to tolerate it.
On the other hand, sanctions on Russia will again be on the table in the summer of 2017 and further meetings are coming closer to the continuity of the Minsk agreements on the conflict in Ukraine. The lifting of violence in the prorussian areas of Ukraine is due to the need to mobilize the situation towards one side or the other side and to speed up the next talks in favor of one or the other actor (the telephone conversations between Trump and Putin also joins this group Of intentions). The new US president could be a key player in mediating the conflict by having a more objective policy on Europe and Russia, taking into account also that the United States is the leading force of NATO; Europe, on the other hand, will not have a clear position until the new political transitions are completed, which could be decided by less tense decisions regarding Russia and its actions in Eastern Europe.
MARTA Gª OUTÓN
[1] https://www.csis.org/analysis/geostrategic-importance-black-sea-region-brief-history
[2] http://uacrisis.org/52270-weekly-digest-31-january-6-february-2017
[3] http://euromaidanpress.com/2017/02/02/why-avdiivka-is-the-weakest-point-russia-ukraine-donbas/#arvlbdata
[4] http://www.spacewar.com/reports/Ukraine_leader_says_will_hold_referendum_on_joining_NATO_999.html
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