Los territorios indios que limitan al norte con China y Pakistán (dos en posesión de la República Popular de China- Valle Shaksgam y Aksi Chin- y dos controlados por Pakistán -Territorios del Norte y Azaz -, además de Jammu y Cachemira, en manos de la India), siempre han constituido una región en constante ebullición al haber sido repartida entre tres países soberanos. Cachemira y Jammu fue cedida por el majarás del estado principesco tras la invasión de Pakistán de la zona noroeste cuando el país se independizó de Reino Unido en 1947 y posteriormente invadida por China en 1961. El problema no sólo se atribuye a la lucha por la soberanía en la región de los estados afectados, sino también demuestra una compleja demografía (Jammu es mayoría hinduista, Cachemira de mayoría musulmana y Ladakh, budista), causa principal del conflicto en la zona. Esta tensión soberana se procuró solventar con un acuerdo de control sobre el agua del río Basin en 1960, que fluye precisamente por la región de Cachemira, y que ahora se encuentra también sobre la mesa y en suspensión porque, tal y como anunció el Primer Ministro indio Marendra Modi: “el agua y la sangre no pueden fluir juntas”[1].
Las tensiones entre India y Pakistán se han disparado desde el incidente del mes pasado en el que se produjo un ataque Uri contra las tropas indias de Cachemira. No obstante, la situación de conflicto ya se estaba preparando desde julio con duras protestas contra el dominio indio en la zona disputada, impulsadas por el movimiento de liberación en Cachemira (Hizbul-Mujahideen, grupo considerado terrorista por la India), las cuales propiciaron la mayor escalada de tensión y de violencia en la región desde el 2010. El problema de los últimos meses viene además alimentado por un apoyo popular, cada vez mayor, al uso de la violencia, alimentado por el radicalismo islámico, en expansión en la zona por las influencias de las regiones vecinas y el llamamiento islamista a la defensa de los intereses musulmanes. Desde entonces, India ha acusado a Pakistán de alimentar las protestas y la lucha armada, facilitando armamento a los grupos separatistas del territorio y facilitándoles el paso entre fronteras.
Desde hace un mes, la India ha protagonizado varios ataques contra la frontera de Pakistán, reclamando su actuación como una defensa ante la amenaza que presentan los grupos terroristas (Jais-e-Mohammed) que actúan desde esa zona buscando realizar incursiones en Cachemira, algo que Pakistán ha denunciado como algo “ilusorio” y una clara violación de su soberanía[2]. No obstante, la realidad queda lejos de la ilusión: en un campamento en la ciudad de Baramulla, cerca de la capital de Cachemira, ha habido fuego cruzado; además, un soldado indio que ha cruzado la frontera se encuentra en manos de sus enemigos[3].
Por otro lado, algunos expertos del IHS Jane’s Intelligence, analizando las imágenes de satélite, señalan además que Pakistán está creando un nuevo complejo nuclear al este de Islamabad (en Kahuta)[4] lo cual, si fuese verdad, supondría una ruptura con las intenciones demostradas por el país de unirse a la prevención de la escalada nuclear en el Grupo de Suministradores nucleares (Nuclear Suppliers Group) y podría ser interpretado como una provocación por parte de la India dentro de la compleja situación en la que se encuentran ambos países.
La situación entre la India y Pakistán se ha disparado a las dimensiones de una guerra dura, con el choque armado (de momento ligero y sin efectos extremos) entre ambos países en la frontera y el fuego cruzado entre las fuerzas indias y los grupos terroristas propiciado por las reivindicaciones y el movimiento de protesta interno, y una guerra blanda, materializada con el combate por el control y suministro del agua que comparten ambos estados soberanos, el pulso por el incremento del armamento nuclear e incluso la prohibición paquistaní de exhibiciones de cine indio y la expulsión de los actores paquistaníes de territorio indio hasta conseguir una reducción de las tensiones. Si se produjese un choque definitivo y una escalada militar entre ambos países, haciendo frontera con una China más reactiva y en una zona fracturada por los movimientos radicales islámicos, se podría vivir una verdadera desestabilización de la región asiática que llamaría a la intervención de terceros países para buscar un equilibrio que solventase el conflicto.
Tensions between India and Pakistan have soared since the incident of the last month in which there was an Uri attack on Indian troops in Kashmir. However, the conflict was already preparing since July with harsh protests against the Indian rule in the disputed area, driven by the liberation movement in Kashmir (Hizbul-Mujahideen, a group considered a terrorist by India), which led to the further escalation of tension and violence in the region since 2010. The problem in recent months has also fueled by a popular, growing, support of the use of violence, fueled by Islamic radicalism, in expansion for the influences of the neighboring regions and the Islamic call to defend the Muslim interests. Since then, India has accused Pakistan of feeding the protests and of be arming the struggle, facilitating arms to the separatist groups in the territory and facilitating the passage across the borders.
A month ago, India has carried out several attacks on the Pakistan border, claiming his performance as a defense against the threat posed by terrorist groups (Jais-e-Mohammed) acting from that area looking for incursions in Kashmir, something Pakistan has denounced as «illusory» and a clear violation of its sovereignty. However, the reality is far from the illusion: in a camp in the town of Baramulla, near the capital of Kashmir, has been crossfire; moreover, an Indian soldier who has crossed the border is in the hands of his enemies.
On the other hand, some experts from IHS Jane’s Intelligence, analyzing satellite images, also show that Pakistan is building a new nuclear complex east of Islamabad (in Kahuta) which, if true, would represent a break with the intentions demonstrated by the country to join the prevention of nuclear escalation in the NSG (Nuclear Suppliers Group) and could be interpreted as a provocation by India within the complex situation in which both countries are.
The situation between India and Pakistan has soared to the dimensions of a hard war, with armed clashes (light and without extreme effects for now) between the two countries on the border and the crossfire between Indian forces and terrorist groups led by the claims and the movement of internal protests, and a soft war, embodied in the battle for the control of the water supply, shared by the two sovereign states, pulse by increased nuclear weapons and even the Pakistani ban on displays of Indian cinema and the expulsion of Pakistani artists from the Indian territory until a reduction of tensions is achieved. If a definite crash and a military escalation between the two countries happens, bordering with a more reactive China and a fractured area affected by Islamic radical movements, it could produce a true destabilization of the Asian region which would call for the intervention of third countries in order to find a balance that solves the conflict.
MARTA GARCÍA OUTÓN
[1] https://foreignpolicy.com/2016/09/30/why-the-india-pakistan-war-over-water-is-so-dangerous-indus-waters-treaty/
[2] http://www.aljazeera.com/news/2016/09/india-claims-striking-suspected-rebels-pakistan-160929072504037.html
[3] http://www.aljazeera.com/news/2016/10/indian-army-camp-kashmir-attack-161002184021834.html
[4] http://www.timesofisrael.com/pakistan-may-be-building-new-nuclear-site-analysts/