Los primeros pasos, y más marcados, dados por el nuevo presidente de los Estados Unidos en política exterior han sido, justamente, en las principales áreas de influencia norteamericana desde el final de la Guerra del Golfo en Oriente: Siria, con el bombardeo Tomahawk sobre la base aérea del régimen de Bashar al Assad, Afganistán, con el lanzamiento de la “madre de todas las bombas” contra posiciones de Daesh, y el Pacífico, con el envío de la flota marina ante la amenaza nuclear de Corea del Norte y el expansionismo chino; pero tampoco se olvidó de Irak, Egipto y Arabia Saudí, con las visitas oficiales diplomáticas a la Casa Blanca.
Esto se ha producido como respuesta a la pérdida de presencia y poder estadounidense durante el gobierno del expresidente Barack Obama, que había dejado el histórico terreno de influencia de Estados Unidos en manos de Rusia. A pesar de lo anunciado durante su campaña (“America First” y el fin del “proteccionismo” militar norteamericano), Donald Trump ha preferido empezar por recuperar la imagen de poder de Estados Unidos a nivel exterior para influir consecuentemente en su política nacional y en la moral norteamericana. La nueva administración no está dispuesta a “regalar” Oriente Medio a la superpotencia en competencia (Rusia) ni permitir que sus principales aliados político-económicos de la región (Arabia Saudí, el gobierno de Irak y Turquía) queden bloqueados por la expansión de Irán y su rama chií desde Teherán hasta el Mediterráneo con el apoyo político-económico del gigante ruso, quien también se ha atrevido a influir en el otro territorio con dominante presencia norteamericana: Afganistán.
- SIRIA, LA LÍNEA ROJA DE LA ESTRATEGIA NORTEAMERICANA EN ORIENTE MEDIO
El 4 de abril se informó sobre un ataque químico en la ciudad siria de Khan Shikhoun, en la provincia de Idlib (mayoritariamente controlada por las fuerzas rebeldes al régimen de Bashar al Assad). El agente químico (se confirmó que estaba compuesto por gas sarín), acabó con la vida de más de 80 personas y dejó más de 100 heridos.
Dos días después, aún con la falta de evidencias sobre la autoría del ataque, Donald Trump condenó al régimen de Bashar al Assad por el empleo del armamento químico sobre la población civil y ordenó el lanzamiento de 59 misiles Tomahawk contra la base aérea de Shayrat, donde también hay desplegadas fuerzas aéreas rusas. El ataque, no obstante, dejó las defensas de la base intactas y la mayor parte de las fuerzas aéreas a salvo (movilizadas horas antes a la base de Khmeimim, en Latakia).
* ¿Por qué Donald Trump ordenó realmente el ataque sobre la base aérea de Shayrat?
Los misiles de ataque terrestre, los Tomahawk, son eficaces contra objetivos no fortificados y su empleo es terriblemente arriesgado. Usarlos contra un aeródromo reforzado y con el previo aviso a las fuerzas aéreas rusas y sirias para evitar un impacto mayor, evidencia que el ataque directo contra Siria no respondía a una declaración de guerra , ni tenía intención de destruir su presencia militar (si fuera así, Estados Unidos habría escogido los destructivos B-2 Spirit, que los empleó en Libia contra los principales campos de aviación de Gadafi), sino que es la expresión de una severa advertencia hacia el régimen de Bashar al Assad y hacia su gran protector, Putin.
Donald Trump se quiere saltar todos los procedimientos diplomáticos (y con ello los acuerdos de contención militar establecidos entre Barack Obama y Putin sobre Siria), dejando claro que el control del espacio aéreo sirio y del tablero de fuerzas sobre el terreno dependerán de quien ostente el poderío militar; Estados Unidos quiere acabar con el problema sirio muy pronto y las medidas restrictivas para el empleo de la fuerza se las ha quitado a pocos meses del inicio de su mandato. No obstante, este movimiento ha sido muy arriesgado, puesto que ha desplazado su prioridad: la lucha contra el terrorismo de Daesh, a un lugar enfrentado con la defensa del posicionamiento norteamericano en la geopolítica siria. Aun así, el presidente es consciente de que Siria es una línea roja que no debe regalar y su apuesta es (y muy a su pesar, debe seguir siendo) continuar la política de Barack Obama en favor de los rebeldes y en condena y persecución (o al menos su control) del posicionamiento de Bashar al Assad y de Irán sobre la región, a pesar de que la amenaza del terrorismo de Daesh sea su prioridad actual.
- “LA MADRE DE TODAS LAS BOMBAS” SOBRE AFGHANISTÁN
Una semana después del bombardeo Tomahawk sobre la base aérea siria, Donald Trump aprueba el empleo de “la madre de todas las bombas” sobre una posición terrorista en un área montañosa de Afganistán.
El GBU-43 (GBU-43/B Massive Ordnance Air Blast (MOAB)) es el arma no nuclear más grande de los Estados Unidos que hasta ahora, jamás había sido utilizado para el combate. Es una bomba de 22.000 libras guiada por GPS para atacar objetivos concretos que contiene 11 toneladas de explosivos y con un radio de explosión de una milla de ancho. La primera vez que se dio a conocer fue en el 2003 en una prueba de lanzamiento en Florida justo antes de la intervención en Irak, como advertencia de la administración Bush hacia el expresidente Saddam Hussein.
Un oficial afgano anunció que el ataque destruyó los túneles que empleaban los terroristas del autoproclamado Estado Islámico bajo las montañas al este de Afganistán, en la frontera con Pakistán, y que acabó con la vida de unos 94 milicianos. El empleo de esta arma ha sido desmedida comparada con la limitada amenaza de Daesh en ese país (actualmente cuenta con unos 700 militantes frente a los 2.000 que tenía en el 2016), pero obedece, según la administración de Trump, a numerosos intentos fallidos (con drones y operaciones especiales) de neutralizar la amenaza que allí se refugiaba.
*¿Por qué el empleo de semejante fuerza sobre Afganistán en este momento?
De nuevo tenemos (al igual que hemos visto con el ejemplo de los Tomahawk sobre Siria y la movilización de la flota hacia el Mar Meridional ante la amenaza de Pyongyang y Beijing), el viejo truco de línea dura contra el oponente, buscando evitar el enfrentamiento directo entre fuerzas. Si Corea del Norte despierta su retórica nuclear ante las próximas elecciones surcoreanas y con el aniversario del abuelo de Kim Jong-un, Estados Unidos necesita hacer visible su mejor preparación militar y su disposición a utilizarla a pesar del quietismo mundial. Por otro lado, en febrero, John Nicholson, comandante en jefe de las fuerzas norteamericanas en Afganistán, ya avisó de que Estados Unidos emplearía más fuerza para la lucha contra la amenaza terrorista en el país (ante el despertar del terrorismo talibán y la movilización de Daesh para ganar influencia en terrenos sensibles a su ideología, así como el empleo de esa zona montañosa por parte de los extremistas para cruzar la frontera de Afganistán y Pakistán); además, también responde a una creciente evidencia de influencia rusa en la zona.
No obstante, el lanzamiento de “la madre de todas las bombas” y no de un arma cualquiera es un mensaje simbólico dirigido a todos los enemigos del poder norteamericano: las potencias nucleares que amenazan el equilibrio geopolítico (Rusia, China, Irán y Corea del Norte, principalmente) y a los actores no-estatales que se ríen ante la superpotencia tecnológica con su adaptabilidad sobre el terreno (Daesh, Al Qaeda, Hezbollah, Hamás…); es el aviso de: “si quisiéramos, podríamos hacerlo: destruiros”. La retórica es poderosa, pero también peligrosa entendiendo que con ella se dispara el pulso por el dominio del poder, y especialmente ahora, que las batallas se vencen (o se contienen) con armamento militar pero que las guerras se definen con otros instrumentos: la economía, la información y la influencia.
Donald Trump ha entendido que, como en su día fue aclamado Churchill como el hombre ideal para gobernar en tiempos de guerra y hacer frente a la mayor amenaza mundial, él ha sido elegido para actuar en un tablero de juego igualmente bélico en el que, desde la administración norteamericana antes de su llegada, no se estaban empleando las piezas adecuadas.
El presidente norteamericano está soltando su reclamo de poder e influencia en el escenario geopolítico repartido entre Rusia y China y aunque el empleo de amenazas directas y respuestas militares contundentes y desmedidas lo posicionan en las portadas informativas, no deja a Estados Unidos más que como un actor que desea ponerse, como sus principales potencias oponentes, en el bando de la línea dura. No obstante, el nuevo presidente norteamericano no parece demostrar un cambio de estrategia con la elección de sus actuaciones, a pesar de lo que ofreció en la campaña electoral; al final de cuentas (y a pesar de haber criticado a su predecesor por su intromisión en guerras ajenas), Donald Trump continúa la línea tradicionalista de Estados Unidos, pero con el lenguaje propio de un experto negociante armado hasta los dientes.
The first steps, and most marked, taken by the new president of the United States in the foreign policy have been precisely in the main areas of the North American influence since the end of the Gulf War in the East: Syria, with the Tomahawk bombardment of the air base of the Bashar al-Assad’s regime; Afghanistan, with the launch of the «mother of all bombs» against Daesh positions; and the Pacific, with the shipping of a military fleet due to the North Korean nuclear threat and the Chinese expansionism. But neither did he forget about Iraq, Egypt and Saudi Arabia, with the launch of official diplomatic visits to the White House.
This has happened in response to the loss of US presence and power during the administration of former President Barack Obama, who had left the historic land of influence of the United States in the hands of Russia. Despite what was announced during his campaign («America First» and the end of the American «protectionism»), Donald Trump has preferred to begin by recovering the image of the US power at the external level to achieve national influence and, consequently, up the American morality. The new administration is unwilling to «give away» the Middle East to the competing superpower (Russia) or allow its major political-economic allies in the region (Saudi Arabia, Iraq’s government and Turkey) to be blocked by Iran’s expansion and its Shiite branch from Tehran to the Mediterranean with the political and economic support of the Russian giant, who has also dared to influence the other territory with a dominant American presence: Afghanistan.
- SYRIA, THE RED LINE OF THE NORTH AMERICAN STRATEGY IN THE MIDDLE EAST
On 4 April, a chemical attack was reported in the Syrian city of Khan Shikhoun, in Idlib province (mostly controlled by rebel forces against the Bashar al-Assad regime). The chemical agent (it was confirmed that it was composed by Sarin gas), killed the lives of more than 80 people and left more than 100 injured. Two days later, despite the lack of evidence on the authorship of the attack, Donald Trump condemned the Bashar al-Assad’s regime for using chemical weapons on the civilian population and ordered the launching of 59 Tomahawk missiles against Shayrat air base, where Russian air forces are also deployed. The attack, however, left the defenses of the base intact and most of the air forces safe (mobilized hours earlier to the base of Khmeimim, in Latakia).
* Why did Donald Trump order the attack on Shayrat Air Base?
Ground-attack missiles, the Tomahawks, are effective against non-fortified targets and their use is terribly risky. Using them against a reinforced aerodrome and with the advance notice to the Russian and Syrian air forces to avoid a greater impact, evidences that the direct attack against Syria did not respond to a declaration of war, nor did it intend to destroy its military presence (if it were so , the United States would have chosen the destructive B-2 Spirit, used in Libya against Gadhafi’s main airfields), but it is the expression of a warning to the regime of Bashar al-Assad and his great protector, Putin .
Donald Trump wants to skip all diplomatic procedures (and with it, the military containment agreements made between Barack Obama and Putin on Syria), making clear that the control of Syria’s airspace and the force table on the ground will depend on who holds the military power. The United States wants to end the Syrian problem very soon and the restrictive measures for the use of force have been taken away within a few months of the beginning of its mandate. However, this movement has been very risky, because with it he has displaced his priority: the fight against the terrorism of Daesh, replaced by the defense of the American positioning in the Syrian geopolitics. Even so, the president is aware that Syria is a red line that he should not give away and his bet is (and much to his regret, it must remain) to continue the policy of Barack Obama in favor of the rebels and in condemnation and persecution (or at least its control) of Bashar’s position on Syria and Iran’s power over the region, even though the threat of Daesh’s terrorism is its current priority.
- «THE MOTHER OF ALL BOMBS» OVER AFGHANISTAN
One week after the Tomahawk bombing on the Syrian airbase, Donald Trump approves the use of «the mother of all bombs» on a terrorist position in a mountainous area of Afghanistan.
The GBU-43 (GBU-43 / B Massive Ordnance Air Blast (MOAB)) is the largest non-nuclear weapon of the United States that has never been used for combat. It’s a 22,000-pound GPS-guided bomb to target concrete targets which contains 11 tons of explosives and provokes one-mile-wide blast radius. The first time it was named was in 2003 in a launching test in Florida just before the intervention in Iraq, as a warning from the Bush administration towards the former President Saddam Hussein.
An Afghan official said that the attack destroyed the tunnels used by the terrorists of the self-proclaimed Islamic State under the mountains east of Afghanistan, on the border with Pakistan, which killed 94 of their militiamen. The use of this weapon has been inordinate compared to the limited threat of Daesh in that country (currently has about 700 militants compared to the 2,000 it had in 2016), but according to the administration of Trump they have launched the attack due to the many failed attempts (with drones and special operations) to neutralize the threat that took refuge there.
* Why the use of such force on Afghanistan now?
Again, we have (as we have seen with the Tomahawk example on Syria and the South Sea fleet’s mobilization in the face of the Pyongyang and Beijing menace) the old hardline trick against the opponent, seeking to avoid confrontation between forces. If North Korea awakens its nuclear rhetoric in the forthcoming South Korean elections and on the anniversary of Kim Jong-un’s grandfather, the United States needs to make visible its best military training and willingness to use it despite the global quietism. On the other hand, in February John Nicholson, commander of US forces in Afghanistan, warned that the United States would use more force to fight the terrorist threat in the country (in the wake of the Taliban terrorism and the mobilization of Daesh to gain influence on terrain sensitive to their ideology, as well as the use of that mountainous area by extremists to cross the border of Afghanistan and Pakistan); And it also responds to a growing evidence of Russian influence in the area.
However, the launching of «the mother of all bombs» and not any other weapon is a symbolic message addressed to all enemies of the US power: the nuclear powers that are threatening the geopolitical balance (Russia, China, Iran and North Korea, mainly) and the non-state actors challenging the technological superpower with their adaptability on the ground (Daesh, Al Qaeda, Hezbollah, Hamas …); Is the warning: «if we want, we could do it: destroy you all». The rhetoric is powerful, but also dangerous, understanding that with it the pulse is fired by the domination of power, and especially now, that battles are overcome (or are contained) with military weaponry but wars are defined with other instruments: Economy, information and influence.
Donald Trump has understood that, as Churchill was once acclaimed as the ideal man to govern in times of war and to face the greatest global threat, he has been chosen to act on an equally warlike board game in which, since the US administration prior to his arrival, politicians were not using the right narrative.
The US president is unleashing his claim of power and influence in the geopolitical scenario spread between Russia and China and, although the use of direct threats and overwhelming military responses position him on the front pages, he is showing the United States only as an actor that wants to put itself, like its main opponent’s powers, in the side of the hard line. However, the new US president does not seem to demonstrate a change of strategy with the election of his actions, despite what he offered in the election campaign (and despite having criticized his predecessor for his meddling in other people’s wars), Donald Trump continues the traditionalist line of the United States, but with the language of an expert dealer armed to the teeth.
MARTA Gª OUTÓN
FUENTES:
https://es.scribd.com/document/344995943/Report-by-White-House-Alleging-Proof-of-Syria-as-the-Perpetrator-of-the-Nerve-Agent-Attack-in-Khan-Shaykhun-on-April-4-2017
http://www.aei.org/publication/trump-drops-the-moab-on-isis/?utm_source=social&utm_medium=twitter&utm_campaign=thiessenaeideastrumpdropsmoabonisis
https://www.nytimes.com/2017/04/14/world/asia/bomb-afghanistan.html
https://www.stratfor.com/analysis/soothing-east-asias-nerves?utm_source=Twitter&utm_medium=social&utm_campaign=article
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